luis eduardo forero medina

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UNA MIRADA A MACONDO (I)

UNA MIRADA A MACONDO (I)

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Era “una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas”

Macondo era “una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas”. Cuando creció y llegó hasta tener 300 habitantes, se puso de moda la precariedad laboral creciente, el trabajo informal y la persecución a los sindicalistas.

TRABAJO INFANTIL

Las peores formas de trabajo infantil de los infantes macondianos se presentaba a nivel del hogar, “los niños se partían el espinazo en la huerta cuidando el plátano y la malanga, la yuca..” La ausencia de trabajo infantil en las calles de Macondo, se combatió con 3 políticas: fomentar que los niños y niñas fueran caseros, “Remedios, la bella no salía a la calle “como no fuera para ir a misa con Amaranta”, segundo, atención de los padres porque les “ sobraba tiempo para ocuparse de los niños”, y tres, porque en sentir de Úrsula “antes los niños tardaban mucho para crecer” .

EMPRENDIMIENTO

“José Arcadio Buendía,..era el hombre más emprendedor..en la aldea”. El apostolado al trabajo era característica de sus pobladores: El coronel Aureliano Buendía rechazó la pensión vitalicia para dedicarse a fabricar pescaditos de oro que le comercializaba a los proveedores un trabajador freelance, “un soldado que había vigilado su casa”. Sin embargo, el negocio de los pescaditos era muy raro, Úrsula tampoco lo entendía, porque el coronel “cambiaba los pescaditos por monedas de oro, y luego convertía las monedas de oro en pescaditos..” En fin de cuentas al militar retirado “lo que le interesaba a él no era el negocio sino el trabajo”.De José Arcadio Buendía, emprendedor de “empresas colosales”, se dice que “se refugiaba en el trabajo”.

Del orfebre Aureliano se le elogiaba por “su paciente laboriosidad”, Aureliano Centeno poseía “una estupenda capacidad de trabajo”. Aureliano Amador era un portentoso carpintero. Aureliano Triste había instalado una “primitiva planta eléctrica”, donde su propio padre le trabajaba como “subalterno”
José Arcadio Buendía y el abuelo de Úrsula establecieron en la región una sociedad muy productiva, que presumiblemente generaba empleo a Macondo, habitado por personas menores de 30 años. Tras un sueño el coronel encontró otro posible camello para sus paisanos: fabricar bloques de hierro en serie “a partir de un material tan cotidiano como el agua, y construir con ellos las nuevas casas de la aldea”. Arcadio y Aureliano Buendía fueron instruidos en el arte de la platería. Mauricio Babilonia fue patrocinado por la bananera en la categoría de “aprendiz de mecánico”.

Aureliano Segundo, quien tenía todas las habilidades para ser un buen coach, para un restaurant donde comían los forasteros, contrató “cuatro cocineras” supervisadas por Santa Sofía de la Piedad, pero su negocio era tan desordenado, que “ Fernanda se exasperaba con la idea de que muchos comían dos veces”. José Arcadio Segundo, a quien “todo el mundo lo tenía por loco”, tras vender su gallos de peleas, estableció “una empresa de navegación desatinada.” En conclusión, los parroquianos “se mataban trabajando”.

PRECARIEDAD LABORAL

Las jornadas de trabajo eran extenuantes, Úrsula en su negocio de animalitos de caramelo trabajaba “con un horno que producía toda la noche”, y la intensidad de la jornada se aumentó por una reforma del gobierno conservador al calendario gregoriano, “para que cada presidente estuviera 100 años en el poder”.Llegaron a dormir sólo un día “en dos semanas”.

Para el servicio doméstico contrataban a personas con unas condiciones laborales que dejan mucho que desear, se les exigía que poseyeran un currículo con experiencia en “leer el porvenir en la baraja”, tenían extenuantes jornadas laborales atendiendo a propios y extraños en las “interminables parrandas”, que tenían en Macondo en la época de Aureliano Segundo y les pagaban con moneda fuera de circulación. Argenia, después de servirle mucho tiempo a Rebeca, se retiró sin pensión y cuando fue a acudir a sus ahorros encontró que tenía “un puñado de monedas .. desde la última guerra”. En cuanto al régimen de descansos o vacaciones sólo tenían “derecho después de más de medio siglo de trabajo”.

Los mini jobs no eran ajenos al mercado laboral macondiano, cuando Aureliano Segundo “empapeló la casa por dentro y por fuera, y de arriba abajo, con billetes de a peso”, se contrató trabajadores para que desprendieran los billetes. Cuando llegaron las bananeras, se institucionalizó la nueva clase social, el precariado laboral, pauperizada y excluida.Los obreros se quejaban por la “insalubridad de las viviendas, el engaño de los servicios médicos y la iniquidad de las condiciones de trabajo”. Se les obligaba “a cortar y embarcar banano los domingos” y hasta los “ingenieros provocaron el diluvio como un pretexto para eludir compromisos con los trabajadores.”

TRABAJADORES INFORMALES

Macondo le tocó convivir con una clase muy rara de estos trabajadores. Los primeros informales en arribar a Macondo fueron los gitanos, que llegaban “todos los años, por el mes de marzo” para actuar como “mercachifles de diversiones” a cambio de unos reales, dando a conocer los nuevos inventos y engañando con frecuencia a los paisanos.

Posteriormente llegaron no se sabe cómo, más informales, la tribu de Melquiades “vendiendo bolas de vidrio para el dolor de cabeza”, un armenio “que anunciaba en castellano un jarabe, para hacerse invisible”, vendedores de la ciénaga, ..“reyes de baraja, un diablo, los equilibristas que “ofrecían un régimen de vida para la salvación del alma al séptimo día” . En la Calle de los Turcos instalaban mesas para vender “fritanga y bebidas, que amanecían el domingo desparramadas por el suelo, entre cuerpos de borrachos”. Un día llegó Francisco el Hombre que cobraba dos centavos para divulgar recados en sus canciones. Ante tal situación, la informalidad quedó en la mira. El único contento con esa avalancha era Aureliano Segundo. Las medidas no se hicieron esperar, pero con un toque de exclusión laboral: se declaró personas no gratas a los gitanos, no se les permitió volver y se prohibió la expedición de más licencias, a menos para “la liberación de los pájaros”.

TRANSPORTE

Cuando se fundó la aldea, los gitanos “como un aporte fundamental al desarrollo del transporte” llevaron las esteras voladoras. El coronel no les prestaba importancia, sólo musitaba “Déjenlos que sueñen” . Años después anclaron en Macondo los automóviles, que se vendían en los talleres. Fue en ese sitio de trabajo donde el operario Mauricio Babilonia se vio por primera vez a solas con Meme que lo acosaba, y en pago “la arrastró sin misericordia a un estado animal que la dejó extenuada”. Al parecer los jefes expiaban y las cámaras registraron la escena.

SALUD 

La red de salud de los macondianos en la época de su fundación, corría a cargo de médicos invisibles que practicaban “intervenciones telepáticas”, otros de carne y hueso, como el doctor Alirio Noguera, quien tenía como lema “un clavo saca otro clavo”, pero el tal médico “realmente era un farsante”. Don Apolinar Moscote, un homeópata que seguramente con palancas logró contratar con la red de salud, no era tan efectivo que digamos, .. un día Aureliano, cansado de su pésima atención, le gritó que no era “más que un matarife” . Después se incorporó un “extravagante médico francés”. Memé y todas las damas macondianas que acudían a consultarlo por diversas dolencias, eran unánimes en el sentir, que después de auscultadas anatómicamente por más de 2 horas, llegaba al mismo dictamen:“trastorno propio de mujer”. Cuando la época de las bananeras “los médicos de la compañía no examinaban a los enfermos, sino que los hacían pararse en fila india..y una enfermera les ponía en la lengua una píldora,..así tuvieran paludismo, blenorragia o estreñimiento”. Por las irregularidades, la red estuvo a punto de ser intervenida.

DOCENTES

El único profesor de Macondo era don Melechor Escalona que con el beneplácito de los padres, “hacía caminar de rodillas en el patio de caliche a los alumnos desaplicados y les hacía comer ají picante a los lenguaraces”. ADULTO MAYOR. Al comienzo, no había trazados programas para los abuelos de Macondo, los abandonaban a su suerte, al punto que volvían a enterarse de los venerables ancianos, “hasta el día en que amanecían muertos en la cama”. Posteriormente esta situación mejoró, al coronel “lo lavaban con jabón y estropajo y le mantenía limpio de piojos y liendres”

PENSIONES

El coronel Aureliano Buendía, como se sabe “declinó la pensión vitalicia”, opción que no convenció a los demás veteranos de guerra, que no se resignaban a perder sus pensiones, “siempre prometidas y siempre en el punto de partida” , por lo que acudían a pedirle apoyo al coronel obteniendo siempre idéntica respuesta: “Olvídense de eso..ya ven que yo rechace mi pensión para quitarme la tortura de estarla esperando hasta la muerte”. A los veteranos, la guerra cruenta de dos décadas no les causó tanto desgaste “ como la guerra corrosiva del eterno aplazamiento.”, la serie de artimañas de los encargados de resolver oportunamente sus solicitudes.

CORRUPCIÓN

Macondo no se salvó de este cáncer, Arcadio de un momento a otro empezó a construir una casa dotada con lo mejor de la época, Ursula “confirmó la sospecha de que estaba disponiendo de los fondos públicos y le gritó a voz en cuello: “Eres la vergüenza de nuestro apellido.”Entre los comandante rebeldes se mimetizó “un antiguo funcionario conservador..para escapar a un juicio sobre malversación de fondos”

MIGRACIÓN LABORAL

Este fenómeno nació cuando Prudencio Aguilar y José Arcadio Buendía decidieron largarse del pueblo “lo más lejos que podamos”, al final resultó “un viaje absurdo”, regresando “tan pobre como se fue”, después de haber “dado sesenta y cinco veces la vuelta al mundo”. A Macondo en los tiempos de Aureliano Segundo llegaron informales de otros páises, “dos Pares de Francia y tres emperatrices japonesas”. Años después los forasteros que los confundían con filántropos “llegaban de medio mundo en el tren, no solo en los asientos y plataforma sino hasta en el techo de los vagones”.

“ LA PESTE DEL BANANO”

Cualquier día, el más nefasto para los aldeanos, llegó Mr. Jack Brown ,como auto invitado , precedido por “ingenieros, agrónomos, hidrólogos, topógrafos y agrimensores”, que construyeron un pueblo aparte.

HUELGAS

José Arcadio Segundo desempeñaba el “cargo de capataz de cuadrilla de la compañía bananera”, y al ver la explotación laboral sufrida por sus compañeros aldeanos, “tomó el partido de los trabajadores..había heredado los instintos anarquistas del coronel..”. y de Aureliano que “cargaba en el bolsillo los glóbulos homeopáticos de la subversión”. Seguramente pensaba “No es fácil”.

Con vehementes discursos, sin vacilación agitaba a las masas, supuestamente predestinando que algún día las bananeras para contratarlos les exigiría afiliarse a un sindicato patronal, y que llegaría un lobo con piel de oveja ( se refería probablemente a La Drummond), en fin incitaba al proletariado a la huelga, que había sido legalizada en 1917. Las reuniones de los sindicalistas las hacían a escondidas, porque comenzaron a ser blanco de fuerzas oscuras que perseguían todo lo que oliera a “ventolera sindical”, se había recrudecido una estrategia de exterminio contra el movimiento sindical. “Una noche,..escapó de milagro a cuatro tiros de revolver que le hizo un desconocido cuando salía de una reunión secreta” Una vez llegó la hora cero los trabajadores “promovieron manifestaciones en los pueblos de la zona bananera”, que fueron reprimidas violentamente por la policía, y los insurgentes fueron enviados a la cárcel, de donde después de casi 3 meses les dieron la libertad, “porque el gobierno y la compañía bananera no pudieron ponerse de acuerdo sobre quién debía alimentarlos en la cárcel”.

Una vez la asamblea de trabajadores bananeros cumplido el protocolo, aprobó el pliego de peticiones, los representantes legales de la compañía se esfumaron para no notificarse de los mismos. Uno de ellos fue hallado en un lenocinio de mala muerte “y le hicieron firmar una copia del pliego de peticiones cuando estaba desnudo..” Mr Brown se encaletó “ viajando de incógnito en un vagón de tercera clase”, otro gringo se hizo cambiar el nombre para eludir la notificación, respondía a Dagoberto Fonseca, y dicen que pretendía presentar un contrapliego.

Fracasada la etapa de arreglo directo y la posterior conciliación que debía intentarse con el ejército, no se logró firmar la convención colectiva de trabajo y “la huelga grande estalló”. Las autoridades “hicieron un llamado a los trabajadores para que se concentraran en Macondo”, habían huido al campo armados de machetes. Seguramente la empresa buscaba nuevos trabajadores foráneos para reemplazarlos. Reunidos en la plaza principal se leyó un decreto declarándolo “cuadrilla de malhechores” y dándole 5 minutos para retirarsen..los muertos “debían ser como tres mil”, que fueron arrumados en los vagones del tren y arrojados al mar. “Acuérdate siempre de que eran más de tres mil y que los echaron al mar” . La política de exterminio laboral en la bananera había dado resultado.

Años después las autoridades intentaban borrar de los libros de historia esa horrenda matanza de trabajadores, repitiendo “Seguro que fue un sueño..en Macondo no ha pasado nada, ni está pasando ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz ” . Hoy Macondo sigue peor, nadie se acuerda que existe, no volvieron a llegar gitanos, sólo una gente arribista que llega cada 4 años prometiendo ríos de leche y “esta y la otra vida”. Para el próximo 30 de febrero tienen previsto una consulta a los pueblerinos para constituirse como República independiente de Macondo.

Fuente: Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, Ed. La Oveja negra 1982.


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